Fundación Afrika Annuura

África nos hace contemplar el mundo de otra manera y configura a su estilo nuestras actividades y prioridades a poco que nos introduzcamos en sus caminos, bosques o sabanas. Es luz y creo que nadie que ha puesto sus pies en ella, haya contemplado sus noches estrelladas y saboreado sus salsas picantes no se haya sentido transformado por su encanto. Tiene duende y una sandunga especial.

Y necesita luz, como todo ser vivo, de reconocimiento, aprecio y amistad sin dobleces. Ha sido tan explotada, tan manipulada que un poco de proximidad y afecto no le vendría nada mal.

Nuestra fundación “Afrika Annuura” pretende todo esto. Ni más ni menos. Es un proyecto de amistad, sobre todo, de ayuda y solidaridad, desde luego, pero con la voluntad de aprender también de ella y mantener esa reciprocidad que nos ayude a crecer mutuamente en sabiduría y afecto.

Mañana la luz. (Un primer proyecto)

Así se titula una poesía que me recitaba una niña invidente, Hamida, de unos doce años, en Gaya. Expresa su deseo de servir a su país, maravilloso país, que no puede ver con sus ojos, pero sí con el corazón. Y esa luz interior vendrá de la escuela, dice ella, del estudio con sus hermanas y compañeras, de su relación con ellas y con la sociedad de la que se siente y quiere ser un miembro activo.

Es el sueño de una niña, de una adolescente invidente que representa a centenares de ellos, a millares a lo largo del río Niger y que hoy no puede realizarse porque viven confinados en sus casas, porque sus familias se avergüenzan de ellos y no se atreven a sacarlos a la luz del día para que convivan, hablen, jueguen, rían con sus compañeros.

Ese sueño queremos que se haga realidad. De ello hemos hecho nuestro desafío. Es nuestro objetivo: crear un centro de acogida y formación inclusiva para niños invidentes y minusválidos en la ciudad de Gaya en Níger. Nos parece prioritario. Hoy no hay nada previsto para ellos ni en la ciudad ni en todo el país.

Queremos que mañana sea la luz para todos estos niños y que se abran espacios donde no sean invisibles, puedan sentirse útiles, creadores, formar parte de una familia, de un pueblo que se sienta orgulloso de ellos.

En el año 2001 visité durante un mes Benin para estudiar la música de los baribá; era mi trabajo de doctorado que finalmente presenté en la Universidad de Valladolid. Mi recorrido por el país comenzó en Cotonú, después estuve un tiempo en Parakou y la mayor parte de las grabaciones y entrevistas las hice en Pèrèrè, muy cerca de la capital baribá Nikki. Pero, ¿cómo se organiza un viaje así? Muy fácil, me alojé en las misiones de la SMA y los misioneros me presentaron a los griot, me sirvieron de traductores. Una experiencia vital y cultural increíble que siempre les agradeceré.

Repasando desde la distancia ese viaje me doy cuenta de que al final tuvo muy poca importancia en mi carrera profesional; ni soy etnomusicólogo, ni edité las grabaciones y ni siquiera he ido a recoger mi suficiencia investigadora. La verdadera repercusión de esa experiencia es que cambió mi visión del mundo y de la vida. En Occidente pensamos que África sobre todo es un lugar de pobreza. Error. Eso es tomar una postura de superioridad solo porque tenemos más dinero. África es un continente riquísimo tanto en recursos como tradiciones, pero necesita una oportunidad. Y ese es el proyecto que hemos empezado: queremos añadir nuestro pequeño granito de arena para que nuestros hermanos de Níger puedan desarrollar habilidades y conocimientos que les permitan ampliar sus horizontes personales. Casi nada.

Y lo queremos hacer desde la humildad, con ganas de disfrutar en este camino porque hay mucho que aprender de sus culturas. Su estilo de vida es en color, con una inmensa alegría por vivir, donde apenas cabe la soledad entre tanta “infantería” y gente por las calles, viviendo despacio y con pocas cosas.

Desde niña he visto a mi tío Rafael irse de misionero a África por largas temporadas y he escuchado con admiración las vivencias de mi madre en ese continente. La diversidad cultural y la justicia social han sido temas que han estado siempre presentes en mi vida, por lo que cuando mi tío me propuso crear una fundación para dar a conocer el continente africano y de alguna forma continuar la labor que él había estado haciendo, decidí explorar la idea de vincularme con el proyecto.

Después de haber alcanzado las metas y objetivos profesionales fijados y de haber formado una familia… ¿No era un buen momento para aprender de otras culturas y utilizar el conocimiento adquirido para ayudar a los más necesitados? ¿Sería esto lo que faltaba para completar mi proyecto de vida? El tema empezaba a llamarme mucho la atención y a despertar en mi, curiosidad, ilusión y también, por qué no decirlo, un poco de inseguridad y vértigo por el comienzo de algo nuevo y desconocido, pero…¡Eso le daba emoción!!

Mientras avanzábamos con la creación de la fundación y hablábamos de los proyectos que se podían hacer, descubrí que mi hija también empezaba a interesarse por la cultura africana y sobre todo por las necesidades de su gente.

Según va tomando forma el proyecto, lo voy viendo más interesante. Creo que tenemos mucho que aprender de este gran continente y que también será una buena manera de enseñar a nuestros hijos el respeto a las diferencias, a lo diverso y a las distintas culturas. Un aprendizaje y enseñanza que deben ser transmitidos a los niños desde que son pequeños.

Estoy segura que África tiene mucho color, mucho sabor y mucha música que ofrecernos, solo tenemos que descubrirlo y este proyecto que estamos comenzando puede ser un buen camino.

A veces , la vida te da la oportunidad de hacer cosas que siempre has querido hacer. Formar parte de esta Fundación es para mi esa oportunidad ilusionante para ayudar a hacer la vida un poco más fácil a personas que lo necesitan realmente. Cambiar el mundo un poquito, es cambiar el mundo. Empezar por las personas en peor situación de los países en peor situación es una buena idea. Pienso que a cualquier persona que se acerque a Afrika Annuura le pueden motivar sentimientos parecidos.

Cuando nos ponemos a hacer algo, casi siempre nos centramos en el objetivo, en el destino que queremos alcanzar. Está muy bien, pero no hay que olvidar la experiencia del camino. Por un lado la sensación nuestra tan justificada y tan gratificante de estar haciendo algo útil para los demás. Por otro lado, la sensación que percibirán en África de que a miles de kilómetros de distancia hay personas preocupándose de ellos.

Es posible que aún no conozcamos los obstáculos de los proyectos que queremos llevar a cabo, lo que sí que sabemos es que el esfuerzo va a merecer la pena.

Cuando uno se plantea ayudar a los demás, piensa que sólo hay dos formas, a través de bienes materiales o a través de dedicación y como no, por un periodo determinado.

Hace unos meses nuestro tío nos ofreció la posibilidad de aunar todas las opciones en un proyecto “Fundación”, un bien material para disfrutar, dedicación y duración en el tiempo. De ahí que nos pusiésemos en marcha para darle forma al proyecto que tanta esperanza alberga y que consideramos hace falta. Desgraciadamente son tiempos convulsos para todos, pero si piensas que esto es pasajero, la mente te dice cómo será vivir situaciones extremas todos los días de tu vida. Entonces te planteas lo privilegiado que eres y que seguro puedes aportar un granito de arena para mejorar la vida de alguien.

Dice el refranero español, “No hay más ciego que el que no quiere ver”, y así es como no queríamos estar, impasibles ante la situación en África , donde miles de niños mueren por no tener agua potable, donde las condiciones de higiene son pésimas por no decir casi inexistentes, donde el ir a la escuela es una odisea en la mayoría de los casos y a todo esto se une la hambruna.

El primer proyecto que nos presentó Rafael fue la integración de los niños invidentes, pero no con una ayuda de forma puntual sino “ETERNA”. La base de este proyecto es la base de cualquier persona, la educación, puesto que esto es lo que determina nuestro futuro. Pero aún queríamos profundizar más, y que la ayuda fuese para los más desfavorecidos.

Si a esto le añadimos el problema de la invidencia, teníamos claro que este proyecto tenía que materializarse a favor de estos niños que están llenos de vida, llenos de luz y deseosos por aprender y por crecer en el ámbito de la educación. Queremos poner a su disposición la herramienta que va a abrirles el camino de la vida.

Surgirán y han surgido otros proyectos que los acojo con mucha ilusión pensando que todos vendrán dados por la satisfacción de saber que nos avala el corazón, la empatía, el buen hacer, el saber que la acogida va a ser la mejor de las recompensas y que siempre estará en sus almas que aprendieron a leer o que sencillamente, pudieron darle sentido a su vida.

Tenía 15 años la primera vez que fui a África. Más concretamente a la República de Benín. He tenido la suerte de crecer en una familia que le encanta viajar y conocer otras culturas, por lo que todo ello facilitó que ese momento sucediese. Mi tío Rafael por aquel entonces ya llevaba más de 30 años por la zona impregnándose de sus sabores y de sus encantos. Normalmente venía en verano y nos contaba las cosas que hacía y nos enseñaba fotos para ilustrar todo lo que nos contaba. El entusiasmo que le ponía era contagioso. Fue fácil convencerme de ir. Un poco más difícil a mis padres. Pero mi padre en seguida se decició a acompañarme.

Ese viaje marcó de muchas maneras la forma en la que veía África. ¡Qué felices eran con tan poco! Lo poco que puedas ayudar, en lo grande que se convertía. La experiencia dejó un poso que nunca se iría y quiero pensar que me hizo mejor persona.

Han pasado bastantes años y aunque ese viaje fue irrepetible, ha habido una situación que sí que se ha repetido. Mi tío Rafael explicando la necesidad de crear esta fundación, usando el mismo entusiasmo inagotable que usó para convencerme de conocer Benín con 15 años. Las inseguridades aparecen en el momento en que dices "Sí, claro". De repente tienes que ser partícipe de algo que no habías hecho nunca antes... ni de forma aproximada. Pero tengo la certeza de que el resultado va a generar una satisfacción que va suplir con creces el esfuerzo para salir de la zona de comfort.